lunes, 30 de enero de 2012

"La marcha Radetzky", de Joseph Roth



Lo admito, me he emocionado con "La marcha Radetzky". Ayer lo terminé y me saltaron unas lagrimillas. A través del ejemplo de la familia Trotta, vinculada de forma accidental y legendaria al emperador Francisco José, vamos viendo la decadencia del imperio austrohúngaro, la sociedad, las apariencias, las idas y venidas de todo un mundo que se desmorona y ante el que poco se puede hacer excepto verlo caer.
Atendemos a tres generaciones: la del fundador de la dinastía, que salvó la vida del emperador en plena campaña de Solferino; la del hijo, aburrido y recto funcionario del rey, destinado en Austria; y luego la del nieto, protagonista de gran parte de la novela, un joven que ha conseguido ganarse mi simpatía a pesar de sus defectos y su poca traza en general.
Dicen que "La marcha Radetzy" es "una novela histórica". NO. Es mucho más. Es un modo de entender el siglo XIX y con él un régimen que muere, el antiguo régimen, y atender al "nuevo mundo", desgraciadamente inaugurado con la muy poco evitable 1ª Guerra Mundial.
Ligada históricamente con la saga de Miklós Báffy y con películas como "Il Gatopardo", "La marcha Radetzy" es la primera novela de la historia de la literatura donde aparece un personaje histórico convertido en personaje de ficción: el emperador Francisco José. Aunque esto resulta anecdótico, es cierto que convierte los pasajes donde aparece el mencionado emperador en pequeñas ventanas abiertas a una realidad que uno tan solo puede imaginar, y encima con un sentido del humor de Joseph Roth muy centroeuropeo. He maullado mucho con las descripciones de los personajes, con un ritmo continuado, una adjetivación portentosa, unos giros magistrales. La historia no decae en ningún momento, y la melodía, a veces atropellada-a veces bien compuesta e interpretada, de la marcha Radetzky, sirve de hilo conductor de una saga realmente espectacular, con sus necesarios "rise & fall", su ironía antibélica y un desenlace de órdago.



El redoble mítico de la marcha, antes de que entren los platos y toda la sección de cuerda y viento, nos anticipa a una familia, los Trotta (originales de Eslovenia), que asciende de categoría y linaje de manera atropellada, rimbombante, casi inmerecida. ¿Cuánta familia noble habrá llegado a su status gracias a golpes de suerte o renovaciones automáticas de dote nunca revisada?
Yo, que vengo de la antigua Moravia (de Plsen, para ser más exactos) conozco la tierra y sus gentes, su honor de ser europeos, sus linajes olvidados, su buen hacer y su -todo hay que decirlo- mal carácter.
¿Qué haces cuando el peso de tu apellido, forjado por actos cometidos por tu abuelo, te obliga a seguir una vida que nunca has querido llevar?
¿Cómo actúas ante un severo y poco comprensivo progenitor que sólo quiere ver lo bien que te sienta el traje de infantería y el saludo militar?
¿Qué haces con tu amor, tus ganas de ver mundo, tus supuestas ambiciones al margen de tu linaje?
El fracaso como obra de arte, el apellido como losa, el ejército como escondite del cobarde, la guerra como fin y principio.
Bravo, Joseph Roth, miau, miau miau!!!
Edita Edhasa, que debería plantearse seriamente un cambio en las portadas de sus ediciones de bolsillo.


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