sábado, 31 de marzo de 2012

"Desorden y dolor precoz", de Thomas Mann


Deliciosa pieza que conmueve y provoca la sonrisa a partes iguales. La família del doctor Cornelius sobrelleva dignamente la crisis entre "chuletas de berza" y preparativos para una pequeña fiesta que los hijos mayores Ingrid y Bert, aspirantes a actores, desean ofrecer para sus amigos, entre lo cuales se encuentra algún atractivo actor de moda y otros galanes juveniles. De los dos pequeños, a quien el doctor Cornelius profesa una adoración sin límites es a la pequeña Lorchen, el profesor reflexiona sobre la naturaleza de esta ternura paternal tan particular y nueva para él, mientras se van sucediendo los preparativos. Los retratos de la família (los juegos infantiles, las criadas exburguesas venidas a menos) se suceden mientras que se acerca la hora de recibir a los invitados, entre los cuales se encuentra Herzl, joven comediante de mirada triste y carmesí en las mejillas.

                                "...uno más bien tendería a pensar que o melancolía, o maquillaje" 
                               
El doctor Conelius intenta escabullirse de la fiesta mientras sus hijos al completo disfrutan de los bailes junto a sus invitados, los pequeños Lorche y Beissel corretean entre el atractivo señor Hergesell y la cantante Plainchinger..., su rutina y la preparación se sus clases se ven levemente alteradas por lo que sucede en casa. Pero al regreso de su breve paseo, algo ha sucedido, y el profesor se verá preso de una gran compasión hacia su queridísma Lorsche, a causa del incidente sentimental que ha llevado a la pequeña a sollozar terriblemente... ay, el dolor precoz... Lo que más me gusta de este texto es lo mucho que explica sin necesidad de grandes tramas argumentativas, una mirada honesta e inteligente es suficiente para extraer toda la significación de pequeñas escenas cotidianas, y para trasmitir toda la gama de colores de los sentimientos más complejos. Además, si por casualidad acogéis en vuestras manos esta maravillosa y atractiva edición de Alba, caeréis hechizados y no la podréis soltar. Sí, aún me relamo. 

                                                     ¡Larga vida a la colección Alba Brevis!

sábado, 3 de marzo de 2012

"Max y Moritz", de Wilhem Busch


¡Albricias, cómo emociona tener en mis garras una joya como esta! 
La leí siendo un gatico muy pequeño y puedo jurar que ciertas viñetas me estremecían. El dibujo de Wilhem Busch, algo rancio pero muy efectivo, creaba en mí una suerte de miedo cerval, inexplicable, de ese que obliga a desviar la mirada para luego volver a mirar casi con culpa de hacerlo (otro día hablaré de lo precursor de sus viñetas, el mundo del cómic le debe una a este alemán, vaya…). Lo leí en blanco y negro, (así era en su versión original de 1865), y ahora Impedimenta ha tenido a bien editarlo a todo color, con su estilo particular, cuidado y manejable a la vez. Miau. Estoy feliz de haberlo recuperado. 


Y encima -esto sí que es importante- viene con la sabia traducción y adaptación de Víctor Canicio. ¡Aplausos para este Übermensch! Hablamos aquí de una rima preciosa, verdaderamente musical, que remite a las melodías infantiles de los pueblos, de los pregoneros, de las abuelas que canturreaban sonetos tradicionales con las consabidas moralejas. Miau, miau.
Y luego las travesuras de Max y Moritz. ¡Ah, eso sí que son jugarretas! ¡Qué bien educados los niños alemanes de la época! (yo, que soy de Bohemia -nací en Pzlen, por si a alguien le interesa- he tenido la inmensa fortuna de tener una educación germánica, protestante, kantiana…maravillosa).
Puedo entender -muy a mi pesar- que en la España rancia de aquella época (1865) esto no pasara la censura ni de refilón. Y puedo entender que para la educación mojigata de aquellos tiempos esto podía convertirse en un anatema para el valiente editor que se atreviese a sacarlo a la luz. Bueno, de esos tiempos y de muchos de los que vinieron después. ¡Niños cometiendo fechorías sin recibir castigo alguno! ¡Niños maltratando animales, pateando culos de sastres y maestros! ¡Niños felices, sin pensar en el mañana, niños capaces de todo! Miau y requetemiau.


¿Qué demonios es la corrección política en la literatura infantil? Al demonio con ella. ¡Qué moderno era todo antes de la mal llamada “Era Moderna”! Fascinación y temor a partes iguales. ¡Me río yo de la supuesta crueldad de los cuentecitos de Tim Burton y sus melancólicos niños-ostra, ha, ha, ha!
Ahora sólo falta que Enrique Redel rescate el “Struwwelpeter” (“Pedro Melenas” para los de aquí) y ya me puedo retirar tranquilo a mi tejado, siempre a leer lo mejor de Impedimenta, que es mucho.