Adviértase el detalle metalingüístico de la foto...
Asqueroso. Maravilloso. Desagradable. Adorable.
Miguel Ángel Martín me encanta. Desde que tuve entre mis garras aquél "RubberFlesh" y toda su "obra grunge" sabía que sería un grande entre los grandes. Más leído allende los mares que por nuestros lares, Martín no se anda con chiquitas a la hora de plasmar su enfermizo imaginario, digno del Cronenberg más hardcore. Siguió dibujando en la década de los noventa, y también guionizando piezas teatrales y algún que otro cortometraje. Pero entonces llegó "Brian the Brain" y su obra se dió a conocer al "gran público".
Yo también soy un pedazo de bicho...
A mí es que su trazo, sus personajes, su narrativa me deja absolutamente alucinado, y lea lo que lea de él, se me queda días y días dando vueltas en mi felina cabeza. "Bug" eran historias cortas, sin palabras, que venían a completar las páginas de los cuadernillos del citado "Brian The Brain"editados entre 1995 y 2003 por La Cúpula. La inquieta editorial Reino de Cordelia ha tenido a bien publicarlas independientemente, y aquí estoy yo para alabarlas. En "Bug" encontramos a esos diminutos amiguitos llamados parásitos, microbios, gusanos, bichos microscópicos que viven su larvaria vida en nuestros cuerpos, nuestros alimentos y nuestros fluidos. Diez historias cortas y una galería de asquerosos microorganismos que comen, muerden, rasgan, vomitan, segregan y patean su micromundo con el único fin que compartimos todos: la supervivencia. Sin palabras, sólo Miguel Ángel Martín.
Aquí pretendo disimular, pero el mordisco a "Bug" se ve a la legua...