jueves, 3 de enero de 2013

"Menos joven", Rubén Martín Giráldez


¡Ojiplático me he quedao!

¡Miau y remiau para mi última lectura del año! Con lo que me gusta a mí el cine de anticipación, la radio y los reality shows, “Menos joven” se ha convertido, sin comerlo ni beberlo, en mi distopía hertziana y psicótica del 2012 (sin contar la realidad española). Bravo por el autor, sus referencias, sus guiños y su ritmo. Hacía tiempo que no leía algo tan estimulante, pardiez. Pero vamos a lo que vamos: “El peinado de Calígula” es un programa de radio cuya audiencia es pequeña (en edad, no en número, quiero decir). Niños, sí, niños. El concursante es Bogdano, un tipo -adulto ya- que ha sido educado con pequeñas triquiñuelas (¿quién no?), y que arrastra algún que otro trauma (lo normal, vamos) montado a caballo por una especie de plató de la vida como el de “La muerte en directo”, de Bertrand Tavernier (aunque por momentos pensé también en “Rollerball” o “Death Race 2000”), persiguiendo a sus ídolos. Sí, sí, a sus idolatrados escritores y músicos, a los autores que ha admirado y venerado en su infancia y juventud, a su panteón personal de valores. ¡Ah, pero no se vayan todavía, que aún hay más! 

Mutación del color de mis ojos, amigos. ¡Se adaptan al libro!

La coña de la educación truncada de Bogdano responde a una serie de confusiones premeditadas acometidas por sus progenitores -gente maja de verdad- quienes cambiaban las guardas de los libros generando “cruces culturales” del tipo “mi libro favorito de J. J. Benítez es sin duda Guerra y Paz. ¡Qué personajes, qué desenlace!” (por poner un ejemplo no real pero plausible). ¿Recuerdan aquella mítica zamarra que Axl Rose llevó en sus años mozos? “Kill your Idols”, rezaba. Pues eso, seguimos: sumisión y sinsentido a caballo de un texto que discurre atropellado por sí mismo, por un narrador tramposo, plurilingüe y algo cabrón (¿quién le dio permiso para insertar notas manuscritas, temblorosos subrayados y flechas mareantes? ¿quién le hizo leer a Rubén Martín Giráldez toda la obra de Nabokov y Pynchon retapada con portadas de Enid Blyton y Gloria Fuertes?). Y ¿qué es la cultura? La alta y la baja, el fetichismo de la misma, el uso que hacemos de las fuentes supuestamente fiables. ¿Cómo nos han explicado la realidad y cómo la hemos entendido? ¿Y en qué momento nos hemos empezado a educar nosotros mismos, al margen de las citadas triquiñuelas paternas? ¿Sabemos educarnos? Con ese método revolucionario, el mencionado programa de radio se convierte en el filo de la navaja que acabará degollando a los genios y a nuestra camuflada gratitud hacia ellos mediante un proyecto de admiración+aniquilación gonzo. Casi nada. Bueno, sí, algo más: no explico el desenlace (¿puede haber desenlace en semejante chaladura?) porque soy enemigo de los spoilers a más no poder. Ya he maullado suficiente este año (juraría que esta es mi reseña más larga ever).

¡Libro Kinder Bueno: viene con sorpresa en el interior!

El endiablado ritmo de “Menos joven”, su tensión y esa manera de acaballinar ídolos me recuerda al primer Woody Allen (el de “Sin plumas”), agitado con el Beckett de los pasajes centrales -supuestamente ininteligibles pero maravillosos- de “Esperando a Godott”  (deporte y castigo como motores del mundo) y sacudido con unas notas de Terry Gilliam, algo de Baudrillard y de Groucho Marx. Ah, pero también me ha venido a la quijotera aquella infame película protagonizada por Arnold Schwarzeneger: “Perseguido”, una distopía chunguérrima que -todos tenemos un pasado- fui a ver dos veces seguidas al cine.2. Dos. DOS. ¿Es adorar ídolos un sacrificio sin precio? ¿Es de obligado cumplimiento para un mentor-guía-maestro pedirle a su alumnado que lo mate (a lo Zaratustra) una vez ha aprendido/aprehendido todo lo aprendible/aprehendible?

Sitting on the dock of the bay...

¡Ah, pero no se vayan todavía, que aún hay muchísimo más!
¡Calcomanías! ¿Qué? ¿Cómor? ¿Qué no saben de qué les hablo? ¡Apártense de mi vista felina! ¿Ni la más remota idea? ¡Que me aspen! ¿No queríamos todos nosotros, años ha, tener nuestras camisetas de Kurt Cobain, de los Ramones o de cualquier marca deportiva para fardar de molones en el instituto? Pues aquí tienen a Antonin Artaud, a Ezra Pound y a otros “escritorzuelos” más para decorar sus antebrazos de marinero en ciernes, rediós bendito. ¿Qué otro libro les puede ofrecer tanto por tan poco? Maullidos de placer ante semejante rompecabezas skaz-pop. Un juguete “asín de divertido” no se lee todos los días. Edita magníficamente Jekyll&Jill. REMIAU.