viernes, 7 de octubre de 2011

"Un hombre que duerme", de Georges Perec



Es este un libro incómodo de leer, pero ya tengo el truco: leerlo del tirón en una única sesión. Así entra mejor y corresponde al ritmo de la escritura del propio Perec, un delirio de sustantivos, descripciones milimétricas y reflexiones obsesivas del protagonista.
¿Es la inactividad la solución a algo? ¿Podemos decidir cualquier día de nuestras vidas dejar de hacer todo lo que se supone que hay que hacer y simplemente let it go?
El protagonista de esta novela se ausenta de día y renace de noche, paseando por un París fantasmagórico que le sirve de escenario balsámico a su angst.
No sé, pero me ha parecido algo teenager en su concepción como novela del no-hacer, del buscar un espacio en la vida, del “I don´t belong here” que exuda cada frase de Perec.
Mientras lo leía pensaba en una migraña de las chungas, una de esas que te convierte en un despojo de ti mismo y te hace ver las cosas con un enfoque ciertamente distorsionado y a la vez meridianamente claro. Un dolor agudo en la parte frontal de la cabeza afectando a la visión, impidiendo cualquier avance de tus pensamientos, anclándote en un bucle observacional obsesivo, enfermizo, delirante. La novela es un poco eso, creo yo, pero aún así me ha gustado. “Prefieres ser la pieza que falta en el rompecabezas".

Un gato que duerme sobre "Un hombre que duerme"

Este hombre que duerme se siente poco hecho para vivir, cosa muy humana y muy gatuna también. ¿No es todo una absurda broma? Un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no significa nada?  Sorprende un poco el uso de la segunda persona, a veces imperativa, a veces apelativa, siempre cercana. Parece este protagonista como un corcho a la deriva en un mar de foutaises y nonsenses.


Yo también duermo mucho

Imbuida de tristeza y amargura, “Un hombre que duerme” se convierte en una gran reflexión escrita y vivida en una buhardilla parisina y luego en las calles oscuras de la ciudad de la luz, una soledad buscada, un peligroso aislamiento que anticipa a los hikikomori del Japón actual, un no-quiero-seguir muy existencialista. El protagonista reducido a lo que vive, observa, toca, no a lo que pasa por su cabeza. El hombre como una corriente alterna, un devenir. Estamos de paso.
¿Un ejercicio de estilo? Siempre, con Perec siempre. Miau, remiau y más miau.


2 comentarios:

  1. La bibliotecaria de Redfield Hall18 de octubre de 2011, 6:50

    Byron, querido, te he oído maullar en el Facebook de Impedimenta (es abierto). Estás guapo guapo en estas fotos, as usual. Cosquillas en las orejas.

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  2. Tiempo hacía que no te leía en mi blog, querida bibliotecaria. Se agradece tu comentario. ¡¡Y esas cosquillas, jajajajaja!!

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