Yo no espero a Jean Michel, espero más cómics para leer.
Para dejarlo claro antes que nada: una vez escuché a
Jean Michel Jarre y se me gastó una de las siete vidas que me venían de serie.
Años más tarde sonó algo del Oxygène mientras intentaba comer tranquilamente, y
tuve que echarme una siesta de seis horas para superar el trance (lo
supuestamente trascendental de sus composiciones me provoca alergia, bostezos o
la combinación de ambos). Dicho esto, vamos a hablar de lo que toca.
Aunque no tenga un solo álbum de Jean Michel Jarre en mi discoteca, a veces me quedo frito.
Este cómic
entra por los ojos (menuda perogrullez). No, really, hay algo alquímico en sus
colores, algo que engancha en la mesa de la librería y te obliga a cogerlo.
Esperando a Jean Michel es el debut de Chema Peral, y sucede en dos tiempos y
espacios distintos (Francia, 1988, Italia, 1976 y 1990). A ver, que no quiero
meter la gamba y explicar más lo de que debo. Por un lado, Jean Michel Jarre
crea, junto a un amigo, una máquina para traer al presente -su presente- a
personas desaparecidas. Bueno, a músicos o a gente con una pasión muy acusada
por la música. Por otro lado está Andrea, buscando trabajo, evitando el fútbol
y apuntando sus canciones favoritas en una libreta (adivinad quién es su
artista pre.di.lec.to). Y por arte de magia, estos mundos, como un descarte de
la serie Lost, se entrecruzan y convergen. Y bueno, no voy a contar más.
Lo que
sí me gustaría señalar es que ¡quiero más historias de Chema Peral!
Me gustan
los dibujos, los diálogos, la composición y ese aire setentero/ochentero a lo Max, Mique Beltrán y también Gallardo
o Calpurnio que despiden sus
viñetas. No puedo más que recomendarlo. Y como cierre de esta felina reseñilla intrascendente, lanzo una pregunta al autor o a quien sea que le
pueda interesar: ¿soy yo o la contraportada es un guiño a La isla negra,
aquella genial aventura de Tintin? Esperando a Jean Michel es un cómic editado
por Apa-Apa. Pues eso, apa, adéu,
miau!
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