lunes, 14 de mayo de 2012

"Omni-Visibilis", de Matthieu Bonhomme y Lewis Trondheim


Mi visita el Saló del Còmic dió sus frutos, sí. Me paseé por los stands y salí con algunas joyas que empiezo a leer ahora en el balcón, con el solete y la tranquilidad de esta primavera de 2012. Abrí fuego con los franceses que nunca fallan, léase Berberian, Trondheim o Sfar. Y aquí mi primera reseña, sobre un juego metaliterario, distópico si me apuran, del guionista Lewis Trondheim y el ilustrador Matthieu Bonhomme. La cosa es sencilla: un cuarentón amargadete se levanta un día cualquiera con la extrañísima capacidad de ser blanco de todo el resto de los mortales. Blanco en el sentido de sus propios sentidos, me explico: todo el mundo puede ver, oir y oler lo que él ve, oye y huele. ¡Meow, buf, wow, dirán ustedes!

Byron no esconde jamás detrás de un cómic, si acaso lo analiza desde todas sus esquinas.

Terrible pesadilla kafkiana que por momentos me recordó a "Afterhours" de Martin Scorsese por su ritmo endiablado y sus personajes delirantes. Lo de "Omni-Visibilis" viene precisamente de eso: todo visible, todo a la luz. Si el prota se rasca la oreja, la gente nota que se la rasca, si el prota mira las piernas de una chica por la calle, la gente lo sabe, si el prota tiene problemas intestinales y tiene que entrar en el baño para aliviarse, la gente lo sabe (ehem...). Claro, una maldición así es complicada de invertir (no voy a explicar el final, no). Pero divertida lo es un rato también, y tanto guionista como dibujante se lo pasan bomba con las escenas propuestas. Y yo que me alegro, porque me hizo pasar un buen rato este cómic, sí señor. ¿Un acontecimiento fantástico? ¿Un hombre-antena? Enseguida llegan los oportunistas y lo raptan, lo amenazan, lo ven como una fuente inagotable de dinero y poder. Y él, hipocondríaco y maniático como un personaje de una peli de Woody Allen, corre que te corre, esquiva que te esquiva. ¿Hasta dónde llega la privacidad humana? Creo que Trondheim pensó en este guión después de pensar seriamente sobre las redes sociales y el constante strip-tease voluntario de todos y cada uno de nosotros. Penoso, sí, pero cierto también. ¿Una fábula orwelliana? Meow, meow...
Edita Norma Comics.

Aunque mis ojos están cerrados, yo veo todo lo que quiero ver...

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