miércoles, 18 de abril de 2012

"Derrumbe", de Ricardo Menéndez Salmón


"Mire a la derecha"

Leí "Derrumbe" hace un mes y hasta hoy no he podido hacer la reseña. No por tiempo ni ganas, sino porque no sabía cómo asimilarla. Su lectura me dejó…K.O. Pensé en Philip Kerr y aquella joya llamada "Una investigación filosófica" y luego en George Saunders y su "Guerracivilandia en ruinas", pero eran meras referencias de género, relaciones que más bien por similitudes de "decorado literario" me vinieron a la cabeza. Nada que ver. Menéndez Salmón juega en otra liga. La liga de los estetas del lenguaje. ¿Un ejercicio de estilo pues? No. Un armazón lírico importante con una trama no especialmente cautivadora (para mi gusto). También pensé en thrillers españoles, pero es que es un género cinematográfico que para mi gusto no ha dado buenos frutos en nuestro país. ¿Quizá una película inglesa con actores de verdad? No sé, yo pensé que debería ser española, pero ahora lo dudo. Al grano: "Mortenblau", la primera parte de "Derrumbe", son 66 páginas vertiginosas, epatantes, cargadas de un contenido y un continente avasallador, con un asesino en serie despreciable, sumamente inteligente y con el que empatizas de una forma desagradable y nauseabunda. Con un ritmo delirante, el lector queda atrapado sin remisión en un torbellino de idas y venidas, diálogos cortantes, música clásica "de la que escucharía Hannibal Lecter", pasión por el verbo, descripciones fantásticamente alambicadas, alta literatura. 


"Mire a la izquierda"

"El mundo bajo la caperuza del loco" responde a las siguientes 70 páginas, en las que "Corporama" cobra protagonismo ("Corporama" es un parque temático, metáfora de…no, no cuento más). Aquí los personajes se mueven rápido, buscan caminos, los encuentran, se equivocan, se espían, se maltratan. Hay en esta segunda parte una cierta suspensión de la trama, un "Play-Pause-Play"  que deja al lector en ascuas, desviándole la mirada hacia un microcosmos enfermizo donde los hombres-larva se mueven casi sin saberlo. El terrorismo como un poeta liberador, un Zaratustra de la montaña mesiánico, un virus latente escondido en botellas de leche y…vaya, ya he dicho demasiado. Ssshhh…
Termina "Derrumbe" con "Padres sin hijos", capítulo cocteauniano para el final de una novela que es un thriller tecnológico-filosófico-psicológico de órdago.  Hombres persiguiendo a hombres que deberían ser monstruos pero son como todos nosotros. La novela es estremecedora y deja huella. Tanta -en mi caso- que me ha dejado mudo un mes sin saber qué demonios decir. La violencia llevada al lenguaje es algo que no había visto hacía tiempo, mucho tiempo. ¿Un thriller coral? Maybe. El corazón se acelera, eso ya os lo confirmo. ¡Miau, miau! Edita Seix Barral.


"Mire al centro y diga..."Derrumbe"!

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